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Celestino Rey-Joly Velázquez

RECUERDOS GRATOS

Las legiones de Roma hicieron a ésta la más poderosa del mundo. La cultura la elevó a la máxima altura. Cuando las legiones cayeron, el poderío de la Soberana del Mundo desapareció y como Imperio quedó anulada; pero ahí quedaba lo conseguido por su cultura, que habría de perpetuarla en el correr de los siglos.


Las legiones invictas desaparecieron, pero el derecho magistral quedó como ejemplo y lección, pues es modelo y guía en razón universal.

En el siglo pasado una reunión de señores (cual tercio romano de vanguardia) deseosos de tener un local, un colegio, donde el obrero pudiera recibir enseñanzas sin perturbar su trabajo, fundó el Centro Obrero, Institución por donde habrían de pasar todos aquéllos que desearan recibir enseñanzas que, además, era gratuita.


Así fue desarrollándose, año tras año, una labor callada, constante y magnífica, merecedora de los mayores elogios. Muchos y muy distinguidos isleños (y también no isleños) han pasado por ese admirable y benemérito centro de enseñanza, que en su tiempo fue el único que funcionó en esta ciudad.

Caían las vanguardias al llegarles el relevo de esta vida, pero la conquista cultural continuaba, engrandeciéndose, hasta alcanzar los límites actuales, bien manifiestos en ciencias, letras y artes.


Un distinguido isleño, el padre Franco, fue alumno del Centro Obrero. Estudiábamos en el colegio del padre Faz y, Pepe Franco, por las noches, además asistía a las clases del Centro Obrero. Deseaba aprender mucho porque quería saber más; no se conformaba con saber solamente lo aprendido en nuestro colegio.

Fue alumno sobresaliente del Centro Obrero, pues recuerdo haber asistido al »reparto de premios», que marcaba la terminación del curso, presenciado cómo el alumno Don José Franco se le entregaba el primer premio, el obsequio de S.M. el Rey, premio otorgado al más destacado alumno del curso.


Llegó a ser, además de Inspector de Enseñanza, Canónigo de la S.I.C. de Cádiz. La muerte sorprendió al Padre Franco en edad joven, cuando estaba en plena forma pastoral y haber continuado entre nosotros, hubiera llegado a ocupar, a un buen seguro, un Sillón Episcopal.

Otro destacado alumno del Centro Obrero fue Don José Albarrán Pardo, militar de marina, que también llegó a la mayor altura en su profesión, pues accedió a la aristocracia de la milicia, al llegar a ceñir el fajín de General.


Dos de sus Presidentes merecen mi especial admiración. Tuvo el Centro Obrero un Presidente que se llamó Don Salvador Jiménez de Castro, incansable luchador, entusiasta servidor del Centro Obrero y político honrado. Fue concejal de este Ayuntamiento y recuerdo, siendo yo estudiante, que cuando en el orden de la sesión municipal figuraba algo de presumible polémicas nos íbamos al auditorio para ver la actuación de Don Salvador, que siempre fue honrada, noble, justa y llena de patriotismo y de amor a San Fernando.


Hay otro nombre, otro Presidente de este Centro, que me merece más admiración y afecto aún; me refiero al actual Presidente Don Juan Coello Sánchez. Este señor, fue alumno de los más aventajados del Centro Obrero, y que pronto llegó a situarse a una altura envidiable, pues este antiguo y distinguido alumno de ayer, siguió desde entonces de profesor en su Centro, y actualmente además de su labor docente, desempeña la Presidencia, con tanto acierto y abnegación como puso siempre en su continua, prolongada y meritísima labor a favor de tan admirable Institución.


A ese grupo de señores que de forma desinteresada, constante y llena de entusiasmo y total entrega, ejerce el profesorado del Centro Obrero, va desde aquí, en esta fecha de glorioso Centenario, mi admiración respeto y afecto.

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